Retazos de un mujeriego by Luz Maestre
autor:Luz Maestre [Maestre, Luz]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántica ❤️
publicado: 2017-10-01T22:00:00+00:00
CAPÃTULO 21:
Voy a ser padre
Desde aquel dÃa todo se complicarÃa para él, viviendo una cruzada interna.
Debatiéndose entre la promesa de ayudarla y la de huir de ella. Se levantó ojeroso por no poder dormir en su compañÃa. No porque no le resultara grata, al contrario. Sentirla a su lado, en su cama, habÃa movido sentimientos a los que no
estaba preparado para enfrentarse. Pensó despedirse de ella, pero decidió dejarla
dormida y colocar una nota junto a la almohada.
Al llegar a la empresa, nada más cruzar el umbral de su oficina se encontró
a un malhumorado Brais, que parecÃa llevar tan mala noche como él.
âVaya, hermano que madrugador, ¿qué haces en mi oficina? La invades
con tu presencia. âCaminó hacia el escritorio y se acomodó.
âEsperando encontrar en ella a mi amigo, no a ti. Quiero ver a la persona
que conocà cuando tenÃa cinco años, aquel que me apoyó en cada caÃda en mi vida, ese que no dejarÃa que nada rompiese nuestra amistad. ¿Te parece una buena respuesta? âLo miró y exhaló un suspiro.
«Estoy tan confundido que ya no sé si esa persona que buscas sigue
existiendo».
âQue hayamos tenido algunas desavenencias no significa que no siga
estando aquÃ, frente a ti. Siendo la misma persona de siempre, quizás con consejos más radicales que antaño, pero creo que a quien buscas, aún sigue aquÃ.
Brais mostró una sonrisa, se levantó del asiento y con impulsividad corrió
hacia él y lo abrazó. Lo recibió y actuó en consecuencia. Necesitaba aquel afecto, extrañaba la entrañable amistad. Ãl era su familia. Ambos intentaban ocultar los sollozos, mojando con las lágrimas la ropa del otro.
âAl final somos bien afeminados, no me extraña que Aledis me haya
mandado a freÃr espárragos âdijo Brais limpiándose el rostro.
âHabla por ti, yo soy un macho que se respeta. Se me metió polvo de tu
chaqueta arrugada en los ojos. ¡Joder!, pareces un indigente, tantos años junto a
mà y aun no aprendes el sentido de la moda. Casado con una diseñadora y mira
como apareces a trabajar. Si hasta llevas los botones mal puestos.
â¡Ah! âSu amigo gritó llevándose las manos a la cabeza y tirando de los
cabellosâ. Te digo que Ale me abandonó y lo único que se te ocurre es regañarme por mi aspecto. ¿Cómo quieres que esté? Dormà en el jardÃn de la casa de mi suegra. O quizá deba comenzar a llamarla ex suegra.
âSiempre te quedaré yo mi amorcito. âSacó morritos y colocó un gesto
seductor.
âMejor me voy, porque vas a comenzar con tus idioteces como siempre.
âNo te marches, sé que a veces soy un poco imbécil, pero no es que sea
algo nuevo para ti. Cuéntame que ocurrió. âApretó los puños con molestia, pero decidió escuchar su versión de los hechos.
âDesde la visita a la bruja está como loca, Elián y yo fuimos tras ella. La
hicimos recapacitar y regresó a casa conmigo. Estábamos cansados y nos
marchamos a dormir, en algún momento se levantó y regresó a la habitación hecha una furia, dando gritos sobre mi madre. Tú la conoces, sabes que ella jamás la insultarÃa ni la tratarÃa mal, más cuando sabe que Aledis es mi felicidad.
âEspera⦠¿Me estás diciendo que Ale te dice que discutió con tu madre y
tú no la escuchaste?
â¡Sà la escuché!, pero creo que está nerviosa por lo de la bruja y se puso
demasiado sensible. Hablé con mi madre y ella niega haberle dicho semejantes
cosas.
«Claro, porque las suegras son todas encantadoras. Ni que no conociera la
mala leche que se gasta Isabel, cualquiera le toca a su hijito. Será muy buena mujer, pero con lo que ocurrió con la Reme, estoy casi seguro que se habrá convertido en una arpÃa».
âHermano, deja de divagar. Dime que fue lo que ocurrió con Ale.
âLo que te cuento, llegó histérica a la habitación. HabÃa salido a comer algo y se encontró con mi madre. Según la versión de mi esposa le quitó la comida de las manos, le gritó que no merecÃa llevarse a la boca nada de lo que yo hubiese pagado. Que era una puta barata y le mencionó la muerte de su padre.
âBrais agachó la cabeza y golpeaba el suelo con el pie en actitud nerviosa.
â¡¿Cómo?!, ¡joder!, tengo que ver a Ale. Debe estar fatal. ¿Qué le dijo sobre su padre?
âNo estoy seguro, sé que en el funeral mi madre habló con la de ella, hace
un tiempo me mencionó que Ale arrastrarÃa en su conciencia siempre el trato que
le dio a su familia. Pero fue solo un comentario, porque cuando la maldita Reme
fingió un embarazo ella la apoyó.
âNo hace falta que me cuentes lo que ya sé, estaba allà por si no lo recuerdas. Vaya con la Isabelita, ¿sabes cuánto sufrió Ale la muerte de su padre?
Tú madre es una bestia, te quita el puesto y no por fea. âSe encontraba al borde
de golpear a su amigo.
â¡Mi madre no es asÃ!, no sé cómo solucionar esto, intento hablar con mi
mujer, pero se niega a regresar. Quisiera que las dos hablaran y solucionaran las
diferencias frente a mÃ. Tú mejor que nadie sabes cuánto la amo, pero mi madre solo me tiene a mÃ. ¿Qué hago? ¿La abandono porque mi esposa se niega a reconciliarse con ella?
âMira hermano, no soy el más indicado para aconsejarte sobre relaciones
maritales, pero tu madre te tiene como si aún fueras su bebé. Ale es tu esposa, la mujer con la que decidiste compartir el resto de tu vida, ¡a la que yo renuncié!
Brais arrastró la silla con furia, se levantó y con el dedo Ãndice señalándole,
gritó:
â¡Tú no renunciaste a ella, Ale me escogió a mÃ!
âTe equivocas, yo la dejé ir. Estoy seguro que si hubiese insistido otro gallo cantarÃa.
â¿No estarás insinuando que piensas arrebatarme a mi mujer? No te lo voy
a permitir, ya veo que intenté buscar consejo en el lugar equivocado, eres un traidor. âGolpeó la mesa con furia y se enfrentó a él.
âNo soy tan rastrero para andar robando mujeres ajenas. Pero no pienso
mantenerme al margen si la cagas como siempre haces, además tengo novia por
si no lo recuerdas. «Aunque sea una novia falsa».
Brais bajó los hombros abatido y relajó el rostro.
âLo siento, estoy tal mal que ataco a cada persona con la que me
encuentro. Sé que tienes razón, a la primera complicación no supe cómo
reaccionar, no me puse de su lado y ella se marchó. Ahora no sé cómo arreglarlo,
no me quiere escuchar. No sabes lo mucho que me alegro de tu relación con Karla, tan solo hay que ver como la miras para darse cuenta que estás atontado con ella. Jamás creà verte asÃ, pero supongo que hasta al más mujeriego le llega
la mujer que le ata la soga al cuello.
â¡¿Qué?! A mà nadie me tiene amarrado, ni quiero. Deja de decir tonterÃas.
â¿No?, niégalo cuanto quieras, pero los demás tenemos ojos.
âHablando de Karla, le dejé una nota en la almohada esta mañana con
dinero para que se reuniera aquà conmigo, quieroâ¦
â¿Con dinero?, ¿en la almohada? Pichoncito enamorado, la extraña tanto
que le deja notas de amor y programa citas en la oficina. âLa burla de su amigo
le hizo maldecir.
Iba a contestar cuando su secretaria anunciaba la llegada de la que andaban
nombrando. Llevaba los rizos mojados, vestÃa sencilla, pero se dijo a sà mismo que ni con un traje de marca se verÃa más adorable.
«¿Adorable? Se ve linda, nada más. Como las muchas mujeres que caminan
por la empresa».
Ella lo miró con una sonrisa en el rostro que la hacÃa brillar, una que deseaba que solo fuese dirigida a él. Su secretaria se encontraba tras ella, le dedicó una ojeada y pudo darse cuenta que la mujer la escrutaba deseando salir y llevar el chisme a los demás empleados. Molesto se acercó a ella, con la palma de la mano abierta la colocó en la frente de su secretaria y la empujó hacia la salida con suavidad.
âNo nos molestes, si te necesito ya te avisaré. âCerró la puerta de un golpe.
Tomó a Karla por la cintura que lo miraba atónita, la sujetó de la nuca y la
besó deleitándose con sus labios. Deteniéndose sobre ellos más tiempo de lo necesario para ser un simple roce.
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